Bienvenido a una Nueva Era

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Bienvenido a mis dominios, pequeño aprendiz de gurú.

En esta era del optimismo vacuo y cabezón, de los chamanes charlatanes y de la espiritualidad de usar y tirar, la humanidad necesita más que nunca un faro que alumbre la vía a la santidad y la rescate de tanto insensato.

Únete a mi séquito, idolatra mi figura y propaga mi palabra entre otros ignorantes de tu especie para salvar tu alma impura. Adhiriéndote a mis principios lograrás una caída en bolsa de tus acciones kármicas.

¿Cómo salvarte?

Ten fe, querida alma inconsciente. Sólo ten fe. Si has aterrizado en mi página web es porque el universo así lo ha querido. El universo es amoroso y quiere que hagas cosas por mí. Para empezar, que veles por mi sustento, porque no solo del aire vive el gurú. Yo compartiré contigo los mayores secretos de la espiritualidad y tú, a cambio, harás un desembolso generoso en el Karmashop como buen discípulo.

¿Cómo sacarle partido a mis conocimientos?

Llevo largo tiempo esperándote con los brazos abiertos, hijo mío. Necesito que vengas con una mente abierta. Que te dejes mecer por mi aparente verborrea. Que permitas que mis ideas se implanten y arraiguen en tu inconsciente. Deja que mi sabiduría abofetee tu supina imbecilidad y ruega por tu alma pecadora, ahora y en la hora de tu vida eterna, amén.

Tu misión

Tu misión consiste en agregar a nuevos cretinos ingenuos y crédulos a esta nueva secta que estoy creando y que ahora se encuentra en pleno proceso de gestación. Pariré hordas de humanos aletargados, que bailarán arrítmicamente al son de unos timbales mal tocados alrededor de una fogata crepitante, convencidos de que han vuelto a enchufar el cordón umbilical a la matriz celestial.

No analices

No cuestiones lo que te diga. No ignores lo que te enseñe. No dudes de lo que te cuente. No intentes corroborarlo científicamente. Sólo yo puedo darte las respuestas veraces y correctas que sanen tus heridas de infancia y tú, pequeño oxiuro, limítate a admirarme y a aceptar tu destino. Yo soy tu salvador, tu mesías, tu señor. Yo te acepto tal y como eres, desde tu infinita minusculez.

¡Que mi fuerza te acompañe!

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