Atajos espirituales

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Querido aprendiz de gurú:

Te saluda tu maestro espiritual. Algunos habéis suplicado que muestre clemencia y que siembre en vuestros pequeños cerebros dosis digeribles de mi inconmensurable conocimiento. Desde vuestro limitado pero bien atinado juicio soy una de las energías álmicas más poderosas de esta dimensión terrenal, y así es. De modo que, para inocularos mi sapiencia transgeneracional, empezaré compartiendo este testimonio de Diego, uno de mis discípulos favoritos. Esta historia os dejará atribulados durante décadas.

Diego Tontolaba

¡Ey, qué pasa, chavalada! Me llamo Diego y soy aprendiz de gurú del maestro más guay y poderoso del mundo desde hace quince años. He visto con este par de ojillos la evolución de un tío al que el maestro le cambió la vida. Os hablo de mi colega, el Pablo ese. Un tío normal, como tú y como yo, pero con un agujero en el alma que no lo llenaba ni la cocacola. Y claro, el tío estaba hasta los huevos de estar deprimido y no saber por qué cojones vivía.

Un día, este colega se fue a una de las conferencias del Gran Maestro, en la que le daba dando caña al rollo ese de la conexión con el universo y las energías y tal. Y oye, algo hizo clic dentro de este tío, y ahí empezó su periplo por el mundo de la espiritualidad.

El periplo

Se puso a meditar, a leer libros de gurús y chamanes y a hacer retiros en los que solo comía lechuga y yogures. Pero oye, el tío empezó a sentirse más feliz que una perdiz, porque decía que había conectado con su ser interior y que eso le daba un subidón que ni la cocaína.

Emerge una deidad

Total, que este Pablo, que antes era un mindundi, ahora se creía el rey del mambo. Fundó su propio centro de meditación y sanación, se cambió el nombre a Yogi Papishulo, y empezó a dar charlas en las que se hacía el entendido y decía que él había encontrado la verdad absoluta. ¡Vaya transformación, colega!

Pero lo más flipante de todo es que el tío realmente se lo creía. Se había convertido en un auténtico salvador del mundo, y aunque en algunos casos le acusaron de ser un vendehumos, la mayoría de sus seguidores le compraban la moto y le adoraban como si fuera un dios.

Y así andaba el Pablo este, convirtiendo a la peña con sus rollos espirituales, y vendiendo la moto de que si meditabas y te conectabas con las energías del universo, tocarías el Nirvana a nivel cuántico. Algunos decían: “¡Venga ya, colega! ¡Que la vida no es tan fácil!”. Pero si vas bien guiado, de la mano de un experto, si inviertes en tu evolución kármica, estás cogiendo un atajo VIP, el pase preferente de los parques de atracciones.

Es tu turno

Así que ahí lo tenéis, amigos. El Pablo ese, que empezó como un mindundi, y ahora es el puto amo. Yo, por mi parte, os aconsejo que tengáis cuidado con los falsos gurús, porque al final, lo único que quieren es sacaros la pasta, y con nuestro Gran Maestro tenéis el paraíso garantizado. ¡Que no os den gato por liebre, chavales!

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